viernes, 12 de agosto de 2011

El Bandolerismo

El fenómeno del bandolerismo es universal y muy antiguo; se origina en regiones donde la miseria y la injusticia se han cebado especialmente con algunas personas empobreciéndolas y arrojándolas en brazos del contrabando, el robo o el crimen, generando de esta manera una forma más o menos colectiva de saqueo organizado. Una interpretación menos romántica, por el contrario, ve en los bandoleros a vagos, malhechores, criminales, prófugos e hidalgos arruinados por el juego o por los vicios. Lo cierto es que el bandolerismo es un fenómeno complejo, enmarcado en contextos históricos y sociales de gran dureza y con referentes morales distintos a los de las democracias actuales, por lo que seguramente no se puede reducir ni al estereotipo del individuo malvado por naturaleza ni al del generoso Robin Hood que reparte entre los pobres lo que roba a los ricos. Los griegos conocieron a bandoleros como Skirón y Procusto. Una carta dirigida a Cicerón alude a Sierra Morena como una región plagada de bandoleros. Tito Livio cuenta también cómo había numerosos salteadores de caminos que asediaban las caravanas mercantiles en la Bética y, según narra Dion Casio, un tal Bulla Felix se adueñó del trayecto entre Roma y Brindisi en tiempos del emperador Septimio Severo, hacia el año 200 d. C., y llegó a reclutar una cuadrilla de hasta seiscientos bandoleros, manteniendo en jaque durante dos años a las tropas que los perseguían; de él se cuentan golpes y latrocinios de gran audacia, y numerosos asaltos a viajeros, de una forma tal que recuerda a la historia de bandoleros más modernos. Durante las invasiones bárbaras y la crisis del poder imperial el fenómeno se recrudeció en Occidente y hubo guerras en el siglo V contra los llamados Bagaudas en Francia y España. Si hacemos caso omiso de la fértil historia del bandidaje en la Edad Media, en la que podemos citar entre los rombritters alemanes a Wolf de Warrstein, o los golfines manchegos, existieron famosos bandoleros en Escocia e Inglaterra, los llamados highwaymen, como Dick Turpin o John Nevison, entre otros outlaw o forajidos; en Francia también los hubo, como los brigants u hors-la-loi Louis Dominique Bourguignon, "Cartouche", famoso en el siglo XVIII, Mandrin o Claude Duval, y asimismo en la Italia del sur Pietro el Calabrés, siempre en épocas de guerras, hambrunas, epidemias, revoluciones o crisis. En tierras musulmanas también cundió esta plaga, con personajes como Ibn Hamdun, Alí al Tanuji o Imran b. Sahin, entre otros muchos. El Nuevo Mundo también padeció este azote: en los Estados Unidos son célebres Joaquín Murieta, Billy el Niño, John Wesley Hardin, los hermanos Jesse y Frank James y otros hermanos, los Dalton, entre muchos otros. Al mismo tiempo que todos estos forajidos realizaban sus fechorías, se creaba alrededor de ellos una cierta aura de leyenda que se aumentaba mediante algunos géneros literarios como la biografía criminal, la novela picaresca, las jácaras o los llamados romances de guapos de la literatura de cordel, comunes en los siglos XVII, XVIII y XIX, llegando a ser particularmente famosos algunos, como los romances consagrados al bandolero Francisco Esteban, "el Guapo". Los ilustrados, empero, rechazaban estas manifestaciones de la literatura popular por ofrecer unos modelos de delincuencia y mala vida que gente de poca instrucción podía seguir. En España hubo cuatro focos endémicos de bandolerismo: Andalucía, Galicia, Cataluña y los Montes de Toledo. Aparte de los mencionados precedentes de época romana, en España tratadistas musulmanes como Ibn Abdun daban consejos para reprimir el bandolerismo que se desarrollaba en los alrededores de Sevilla. Las Siete Partidas contienen leyes para proteger a los mercaderes que son frecuentes víctimas de estos delincuentes, llamados por entonces bandidos, por haber sido pregonados en algún bando de busca o captura, forajidos, por haber sido expulsados o huidos de alguna ciudad, relegados, acotados o encartados. Salteador viene de saltus, "bosque" en latín, porque era el lugar preferido para sus fechorías. Enrique II quiso fortalecer estas leyes con disposiciones contra los encubridores en 1369, ley ratificada en 1471, por lo general venteros, posaderos, chalanes, cuatreros, prostitutas, contrabandistas, ermitaños o incluso merinos y corchetes asociados a los bandidos, por no citar a los mismísimos nobles, con frecuencia apurados por deudas: Juan I y Juan II se enfrentaron contra estos poderosos que encubrían malhechores, y que con frecuencia constituían los niveles más altos de asociaciones criminales organizadas como La Garduña, nacida en Toledo y con versiones en Sevilla y otras grandes ciudades del imperio español. Los llamados Banderizos eran dos linajes de hidalgos vascos, los Oñaz y los Gamboa, que anduvieron enfrentados en guerra mutua durante los siglos XIII, XIV y XV y frecuentemente recurrieron al pillaje y al saqueo de las villas y pueblos que no les eran asociados, aunque el pretexto superficial era el "más valer" hidalgo; similares guerras privadas se dieron en Álava entre los Mendoza y los Guevara; en Vizcaya, entre los Múgica y los Avendaño y en Navarra entre los Beaumoneteses y los Agramonteses. También había salteadoras femeninas o serranas. El fenómeno era tan grave en La Mancha que suscitó una reacción social, al fin, cuando una banda denominada los Golfines aterrorizaba la meseta sur en la baja Edad Media, lo que dio lugar al nacimiento de la primera guardia civil moderna, la llamada Santa Hermandad vieja de Toledo y Ciudad Real, que tenía su centro de ejecuciones en la localidad ciudadrealeña de Peralvillo. En España y durante el siglo XVI hubo dos grandes focos de bandolerismo, el andaluz y el catalanoaragonés; El mismo Fernando el Católico organizó una campaña contra los bandoleros de Aragón en 1515. Muchos de ellos, tanto en Aragón como en las Alpujarras (los monfíes), eran moriscos, como los hermanos Lope y Gonzalo Xeniz; el fenómeno se reprodujo también en la piratería marítima, porque muchos piratas moriscos asediaron las costas mediterráneas de España, sobre todo tras la llamada expulsión de los moriscos en 1609 por Felipe III; muchos de ellos se dedicaron a asaltar los puertos mediterráneos y atlánticos de su antiguo país, como por ejemplo el pirata Amurates. También fueron célebres Lucas de Burgos "el afanador de Cabra", Pero Vázquez de Escamilla y otros. Era habitual despeñar a sus víctimas en barrancos hondísimos para que no quedara huella alguna de los crímenes. En Cataluña y en el siglo XVI actuaban Antonio Roca, Testa de Ferro y Perot Rocaguinarda, rememorado por Cervantes, y, ya en el siglo XVII, Juan Sala apodado Serrallonga; muchos de estos bandoleros catalanes fueron en realidad instrumentos del clan popular de los Nyerros o Nyarros en su lucha privada contra el clan aristocrático de los Cadells. En La Mancha donde tuvieron sus correrías medievales los Golfines hubo a mediados del siglo XVII un tal Pedro Andreu o Perandrés de origen valenciano que con una cuadrilla de treinta hombres y aunque dejaba a sus presas el suficiente dinero para seguir su camino y pagaba donde se alojaba, según José Pellicer, fue autor de una venganza terrible contra un médico de Cuenca; también en La Mancha, pero en el siglo XVIII, la banda de los tres hermanos Juanillones se conchabó para repartir beneficios con un escribano de Toledo, que luego los traicionó y fue asesinado por la novia de uno de ellos. Los cuatreros o ladrones de ganado, denominados vaqueros, actuaban sobre todo en torno a Ronda. Y también hubo bandoleras, generalmente conocidas como serranas, entre las cuales la más famosa, por sus secuelas literarias, fue sin duda la Serrana de la Vera de Plasencia. Cerca de Medina Sidonia actuaba el morisco Cristóbal de Salmerón; mató a veintidós hombres, que arrojaba a un pozo, y se fue a Tetuán como renegado. Vicente Espinel cuenta en su Marcos de Obregón (1618) que la cuadrilla de Roque Amador contaba con hasta trescientos miembros y era "la más mala canalla" de su tiempo. Un lugar clásico para salteadores de caminos era Sierra Morena, ya desde el siglo I a. C., como se ha visto, y no en vano llegó a acuñarse la frase hecha de "váyase a robar a Sierra Morena". El bandolerismo aparece sobre todo en España durante los siglos XVIII y XIX, especialmente en regiones como Andalucía, La Mancha o Cataluña. En el siglo XIX tuvo lugar el apogeo de este tipo de delincuencia, surgida de las cuadrillas de guerrilleros o brigantes en la Guerra de la Independencia que, al terminar, se encontraron sin poderse asimilar al ejército regular. El reinado de Fernando VII fue especialmente proclive a ello, cuando el ejército regular fue sustituido por los Cien mil hijos de San Luis, pagados por el monarca, que no se fiaba de su propio ejército y lo sustituyó por la milicia de los Voluntarios realistas. Es la época de bandoleros como Juan Delgado, los siete niños de Écija, especializados en asaltar cortijos; Diego Padilla, más conocido como Juan Palomo, Jaime el Barbudo, José María Hinojosa, más conocido como el Tempranillo. Muchas partidas durante las Guerras Carlistas dieron lugar a un fenómeno parecido. Benito Pérez Galdós escribió que "sólo un gramo más de moral" servía para distinguir a un guerrillero de un bandolero, y con este nombre se conocía además en varios países iberoamericanos a todo tipo de bandidos, guerrilleros y asaltadores de caminos, entre los que destacó en su época anterior a la Revolución el mexicano Pancho Villa. Ejemplos de bandoleros son: Francisco Esteban; el madrileño Luis Candelas, famosísimo ladrón; Diego Corrientes, el Cristo, el Tragabuches, el Tempranillo, el Vivillo que escribió sus propias memorias antes de suicidarse, El Pernales, el Cojo de Encinas Reales, Navarro el de Lucena, Caparota el de Doña Mencía, Pepe San Nicolás en la provincia de Cuenca, Orejita, Palillos, el Ciervo, Melgares, el niño de Arahal, y muchos más a que no puede bastar cuenta cierta. El que es considerado como el último bandolero Pasos Largos murió el 18 de marzo de 1934.Uno de los bandoleros que nunca se han encontrado, y que era de la partida de El Bizco. Lejos de la violenta realidad, normalmente, la literatura, la televisión y el cine han dado una visión romántica del bandolero, similar a lo que sería en la tradición anglosajona la figura de Robin Hood. Dan la imagen del bandolero que roba con un fin social (bandidos sociales), siguiendo, el lema clásico, Robar al rico, para darle lo robado al pobre, o sea, una forma a las bravas de hacer un reparto equitativo de la riqueza. En este sentido, el bandolero es un héroe popular. Los rasgos más destacados de los bandoleros son la gran habilidad mental y física.




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